¿DEBILITA EL HALAGO?
Entrada escrita por
Daniel Sancho Tos, padre y entrenador deportivo. Fundador de NECESPORT. Publicada
originalmente en Antonio Esquivias
Existe el dicho común de que el halago debilita. Pues bien,
pienso exactamente lo contrario. El halago no debilita, ni al que lo recibe ni
al que lo da.
El halago debemos entenderlo como un refuerzo positivo de
acciones positivas, que a los niños con NEE les resultan complicadas de
realizar y de mantener en el tiempo. No podemos pretender que alguien a quien
le resulta difícil mantener un determinado comportamiento, lo haga solo PORQUE
ES SU OBLIGACION.
Debemos mostrarle nuestra satisfacción, cada vez que su comportamiento es el correcto, cada vez que vence su impulso de hacer precisamente lo contrario a lo que debería, incluso aunque simplemente haya puesto todo su esfuerzo en conseguirlo y no lo haya conseguido. Si reforzamos sus comportamientos positivos, repetirá esos comportamientos positivos y no PORQUE SEA SU OBLIGACION, si no porque es SU SATISFACCIÓN.
Debemos mostrarle nuestra satisfacción, cada vez que su comportamiento es el correcto, cada vez que vence su impulso de hacer precisamente lo contrario a lo que debería, incluso aunque simplemente haya puesto todo su esfuerzo en conseguirlo y no lo haya conseguido. Si reforzamos sus comportamientos positivos, repetirá esos comportamientos positivos y no PORQUE SEA SU OBLIGACION, si no porque es SU SATISFACCIÓN.
El otro día no podía de dejar de pensar en la siguiente
situación. Es la final del Mundial de fútbol y Andrés Iniesta, marca el gol que
hace campeón a España. Pero ningún compañero va a felicitarlo, ni en las
siguientes semanas se habla del autor del gol. Simplemente era su obligación
así que, ¿Por qué felicitarlo?
Esta situación que por supuesto a nadie le parecería normal,
es la que desde nuestro papel de Educadores (padres, profesores,
entrenadores...) estamos trasladando a los chicos con necesidades especiales
que pasan por nuestras manos.
Tu hijo, llega a casa corriendo, gritando, cerrando de un
portazo por la inercia de su ansiedad. Te aborda en el salón, donde estás
navegando por internet curioseando en las redes sociales. Te sobresalta desde
que ha entrado y mientras intentas entender la marabunta de palabras y
expresiones sin sentido que salen de su boca, lo haces callar y le haces una
severa reflexión sobe su manera de entrar en los sitios. No es la primera vez. De
hecho siempre entra igual, nunca pide permiso, nunca observa primero si la
persona a la que se quiere dirigir está ocupada o hablando con otra persona.
Después de esta reflexión, le haces volver a salir de casa y
le pides que haga las cosas, como las personas normales y después que se vaya a
su habitación a pensar sobre lo que ha pasado.
Y así una semana y otra y otra......
De repente un día aparece en el comedor y llamando a la puerta,
la cual por cierto está abierta, te pide permiso para acercarse y darte un
beso. Te extraña que no te has enterado de que había llegado a casa. No ha
habido portazo, ni gritos, ni carreras. Después de que se lo concedas, se
acerca despacio, te da un beso y se retira sin más. Tú, agradecido por esa
actitud y esa tranquilidad, sigues absorto en tus quehaceres y así pasa la
tarde.
Al día siguiente, nuevo portazo, nuevas carreras, interrupciones,
etc. Le vuelves a interrumpir y a hacer una reflexión sobre su comportamiento.
Vuelves a acompañarle fuera de casa para que entre "como las personas
normales" y bueno ya sabemos lo que sigue.
Solo
introduces un pequeño cambio en esta conversación. Extrañado le preguntas: si ayer fuiste capaz de hacer las
cosas bien… ¿por qué hoy vuelves a lo de siempre?. Seguramente el silencio será su
respuesta, pero lo más probable es que en su interior la respuesta sea muy
clara. ¡¡Para una vez que hago
las cosas "como las personas normales" solo recibo silencio e
indiferencia!!!. Prefiero que me corrijas y me acompañes hasta la puerta de
casa, prefiero aguantar 25 minutos de reproches, de desprecios,... de atención
al fin y al cabo. A lo mejor,
solo a lo mejor, si me hubieses reforzado esa actitud positiva que tuve el otro
día, prestándome 3 minutos de tu atención, encontraría la motivación de seguir
repitiéndola una y otra vez, no necesito que me des un premio material, tu
reconocimiento y satisfacción son el mejor regalo y la mejor motivación para
reforzarme en los comportamientos positivos. Para mí es como si hubiese marcado
el gol del Mundial. He logrado algo que no podía hacer, pero resulta que lo
único que he conseguido es la indiferencia de la persona a la que más quiero y
admiro.
Claro que
hay cosas que debemos hacer, nos guste o no, pero si somos capaces de felicitar
a un niño porque ha sacado muy buenas notas OTRA VEZ, ¿Por qué cuando uno que
se ha esforzado en cambiar sus actitudes e incluso a veces lo ha conseguido,
solo somos capaces de decirle "es tu obligación"?
Aunque aún queda mucho camino que recorrer,
da gusto saber que cada vez más profesionales de la educación y la formación,
entienden que la única manera de ayudar a un niño en su lucha diaria contra sí
mismo, es halagar (y si no os gusta la palabra la cambio por reforzar) esas
actitudes positivas que aunque al principio van llegando con cuentagotas,
cuando nos queramos dar cuenta, se habrán convertido en el motor y el centro de
su personalidad.